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Ínsula Barataria.

A. Roa, el Supremo

A. Roa, el Supremo (In memoriam)

"Conozco bien a Cervantes, lo he leído desde niño y, a mi modo, he plagiado El Quijote en Yo, el Supremo".

A. Roa Bastos. Semblanza.

El caballero de la triste figura.

"El autor del Quijote viéndose tan falto de dineros, y aun no con muchos amigos, quiso acogerse al remedio al que muchos otros perdidos se acogen, que es el pasarse a las indias. Refugio y amparo de los desesperados de España, iglesia de los alzados, salvoconducto de los homicidas, papa y cubierta de los jugadores a quienes llaman ciertos los peritos en el arte, añagaza general de las mujeres libres, engaño común de muchos y remedio particular de pocos, no pudo acogerle. Este don de dones no le fue concedido. Mejor dicho, le fue negado. (…)

No irá a las Indias el Príncipe de los Ingenios. No hará el pasaje al Imperio. Pero un siglo después de muerto el Almirante, exactamente en mayo de 1606, los primeros cinco ejemplares de su Quijote lo harán en su nombre. Llegan los volúmenes de la donosa historia en el navío San Pedro a las Indias occidentales, ya llamada América, cuando los conquistadores y encomenderos están dando la tierra con enorme esfuerzo y eficacia a los primeros cien millones de infieles.

Más le valió a don Miguel, cuando sintió que ya no estaba el alcacel para zampoñas, quedarse en su terruño manchego a esperar serenamente la muerte como su Alonso Quijano el Bueno. Morir de su propia muerte; no ir a complicarse en una historia que él no habría podido imaginar ni aceptar y contra la cual seguramente se hubiera alzado con otro libro aún más famoso que el primero que acabó con los Caballeros Andantes. Más claramente dicho, mejor le fue no desear nada y ser en la indigencia el hombre más rico del mundo, que ir a hacerse cómplice de los que, en nombre de Dios, produjeron la mayor matanza humana que vieron los siglos”.
Augusto Roa Bastos. Vigilia del Almirante

Roa Bastos en la Biblioteca Quijotesta.

Premio Cervantes 1989. Discurso

Quijote 2005.

“-Y cuando lleguemos a esa leña que vuestra merced dice -preguntó Sancho-, ¿cuánto habremos caminado?
-Mucho -replicó don Quijote-, porque de trecientos y sesenta grados que contiene el globo del agua y de la tierra, según el cómputo de Ptolomeo, que fue el mayor cosmógrafo que se sabe, la mitad habremos caminado, llegando a la línea que he dicho.
-Por Dios -dijo Sancho-, que vuesa merced me trae por testigo de lo que dice a una gentil persona, puto y gafo, con la añadidura de meón, o meo, o no sé cómo.
Riose don Quijote de la interpretación que Sancho había dado al nombre y al cómputo y cuenta del cosmógrafo Ptolomeo, y díjole:
-Sabrás, Sancho, que los españoles, y los que se embarcan en Cádiz para ir a las Indias Orientales, una de las señales que tienen para entender que han pasado la línea equinocial que te he dicho es que a todos los que van en el navío se les mueren los piojos, sin que les quede ninguno, ni en todo el bajel le hallarán, si le pesan a oro; y, así, puedes, Sancho, pasear una mano por un muslo, y si topares cosa viva, saldremos desta duda, y si no, pasado habemos”.
II-Cap.29"

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