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Ínsula Barataria.

Obscenidad.

“Es terrible observar durante 12 minutos en una ventana del Vaticano a alguien que exhala agonía, cuya garganta sólo puede emitir sonidos inentendibles y lacerantes, la apoteosis de la impotencia. Es una imagen sádica, cruel y obscena, digna de una película de terror. Y tiene público, múltiples feligreses en la plaza de San Pedro que derraman inconsolables lágrimas ante el atroz crepúsculo de su icono mas venerado. Y te preguntas por la categoría moral de los integrantes de la curia vaticana que mueven los hilos de la marioneta y propician este espectáculo del horror. ¿Qué sentido tiene exhibir en público a un enfermo terminal y exhausto que merece el sagrado refugio de la privacidad y estar a solas con sus últimos y dolorosos suspiros, a quien le conviene esta farsa con pretensiones de solemnidad, cómo pueden hacer política los poderosos siervos del Señor con ése jefe que ya está privado de los mínimos recursos físicos y psíquicos para expresarse? Jamás he sentido la menor simpatía ni afinidad, pero si temor hacia éste Papa en posesión de infinita efectividad política y con el aura de las grandes estrellas del espectáculo, un hombre que utilizó inmejorablemente sus inmensas facultades de líder religioso y populista para defender principios y dogmas reaccionarios. Pero siento piedad hacia su calvario, a que traten de exprimir hasta el final su actual y compadecible figura”.
Carlos Boyero.

Quijote 2005.

“-A la mano de dios –dijo Sancho-. Yo lo creo todo así como vuestra merced lo dice; pero enderécese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la caída.
-Así es la verdad –respondió don Quijote-, y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella”.
I-Cap. 8.

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